viernes, 11 de septiembre de 2009

Parado, tzompantli de Antropología



Luis Carlos Sánchez


Sin el aval de las autoridades del Bosque de Chapultepec, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) planea construir un muro-escultura de alrededor de 140 metros de largo y más de cuatro de altura para dividir la zona federal del Museo Nacional de Antropología (MNA) y el área delegacional del bosque.
La obra fue encargada al artista mexicano Manuel Felguérez y busca impedir que los vendedores ambulantes se instalen frente al museo, sin embargo, el miércoles pasado fue suspendida por autoridades capitalinas, de acuerdo con Luz Emilia Aguilar Zinser, miembro del Consejo Rector Ciudadano del Bosque de Chapultepec.
Sin embargo, el INAH argumentó, a través de su vocero, Julio Castrejón, que la obra cuenta con todos los permisos necesarios para su realización y que sólo falta el visto bueno del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, proyectista del MNA, inaugurado hace 45 años.
Planeada para ser construida con acero al carbón, el muro evocaría un tzompantli moderno que, de acuerdo con Aguilar Zinser, afectaría la continuidad de la zona de museos del bosque y el paisaje visual del lugar.
La integrante del órgano colegiado creado para trabajar en el mejoramiento integral del bosque señaló en entrevista que, con las dimensiones planeadas, el muro podría ser “invasivo”, por lo que antes de su construcción tendrían que discutirse, entre todas las partes implicadas, las dimensiones y funciones de la obra.
Hasta el momento, dijo, el Consejo no se ha reunido, pero todas las instancias involucradas (el Fideicomiso del Bosque, la dirección del mismo y la Secretaría del Medio Ambiente del DF) “han expresado preocupación por la obra. Creemos que es necesario analizarla y tener una reunión con quienes la planearon.”
A decir de Manuel Felguérez, la solicitud que recibió del INAH fue la de planear “una especie de barda, que en realidad es una celosía bastante transparente que limita el área federal. Este muro, por supuesto, no es cerrado, tiene puertas y paso a través de él, su función es más bien visual y delimitar la gran plaza que se forma al frente del museo”, dijo el artista en entrevista.
“La función es básicamente estética; tiene algo así como 140 metros de largo, interrumpida por puertas y unas taquillas eventuales. Está sobre una base aproximada de 90 centímetros y mide como 3.50 metros de alto.
“Además, tiene una función real, pues está en un área donde actualmente se ponen los ambulantes, con los que se negociará para reubicarlos en otro lugar del museo.”
Aguilar Zinser señaló que el INAH ha argumentado que tiene el derecho de llevar a cabo la obra, toda vez que el lugar donde se ubica el museo es de propiedad federal, sin embargo, estima que la obra debe discutirse entre el INAH, que dirige Alfonso de Maria y Campos, el Consejo y otras instancias, basándose en el Plan Maestro del lugar.
“Creo que debemos tener pláticas para analizar qué dimensiones debiera tener y podríamos llegar a un acuerdo para no tener un impacto tan monumental”, dijo.
“No se nos avisó. Cada vez que hay algo con el Museo Tamayo hemos tenido reuniones; no podría decir que hubo dolo, simplemente creo que se pensó que era un territorio federal.”
Para Felguérez, quien ya construyó en 1964 una celosía dentro del MNA a petición de Pedro Ramírez Vázquez, recortar el tzompantli “no tendría caso”. Las medidas, argumentó, “no son arbitrarias, no es que a mí se me ocurrió que fuera grande, me la pidieron así porque precisamente es la necesidad de marcar el fin de la plaza y el principio del bosque, es totalmente transparente y se sigue viendo la vegetación, como siempre”. El tzompantli, de acuerdo con el artista, debía iniciarse “en estos días. Parece ser que a las autoridades del bosque no les avisaron y obviamente tienen que tener su aval.”
En la zona adoquinada que va de Paseo de la Reforma al estacionamiento del museo fue colocada una estructura de hierro forrada de lámina para separar la zona de obra. Algunos vendedores del lugar han comenzado a inconformase, igual que los voladores de Papantla, quienes han quedado fuera del contexto en el que trabajan.

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